La autoginefilia es un mecanismo de opresión que valida la distorsión misógina de lo que supone ser mujer”

Cada día se lee o se escucha más un término que es sinónimo de misoginia. Se trata de la autoginefilia o lo que es lo mismo, la fantasía de un varón de performar la feminidad vistiéndose como mujer para excitarse o gustarse. Una parafilia que tiene en Twitter y Tik Tok ejemplos a mansalva y que como explica la psicóloga jurídica y forense Laura Redondo, “subyace también en el borrado de las mujeres”.

Nuria Coronado Sopeña

El boom de esta tendencia fetichista lejos de alertar a la sociedad sobre sus consecuencias, está normalizándose e incluso aceptándose como si nada. La razón de ella Redondo la achaca a estar bajo el paraguas de la diversidad. “Se están homogenizando casuísticas muy diferenciadas, convirtiendo las necesarias clasificaciones en un cajón desastre que camufla cuestiones muy distintas. Un fetiche o parafilia puede ser objeto de intervención, como la excitación sexual que se liga al sadismo, donde el placer de corte sexual se obtiene a través de la violencia. No todo vale. Y en este sentido se está validando una distorsión misógina de lo que supone ser mujer, y ni somos un sentimiento, ni conductas estereotipadas como maquillarse suponen que se es mujer. Es decir, para lo que para varones puede ser un juego para las mujeres es un mecanismo de opresión. Por ello la autoginefilia no es inocua. Refuerza estos estereotipos sexistas”, recalca.

La fantasía sexual hecha moda

En ese todo vale, el uso del propio concepto de autoginefilia merece explicación ya que también puede confundirse o usarse como sinónimo de autoginofilia cuando no es así. “Como en tantas cosas, hay que contrastar su origen, la raíz. Y en este caso de gineco (derivado de mujer en griego) y flilia (simpatía o afición por determinada persona o cosa) nos lleva autoginefilia (afición o atracción por sí mismo como mujer) que no deja de ser una variación de las parafilias clásicas donde hay un componente de fantasía sexual y excitación ligado a la feminidad, en este caso hipersexualizada y que no es lo mismo que hacia las mujeres en sí mismo”.

La autoginefilia no ha de confundirse tampoco con el travestismo ya que este último tiene que ver con diferentes motivaciones. “El travestismo puede ser motivado desde la mera experimentación a la corriente drag o por la parafilia de excitación de imaginarse como mujer hipersexualizada. Pues, al fin y al cabo, los medios exponen a las mujeres como objetos de uso y disfrute, y eso puede derivar desde su deshumanización en la violencia sexual o la fantasía sexual performando la feminidad”.

¿Es entonces la autoginefilia una forma del borrado de las mujeres?

Más bien es una de las motivaciones que subyacen al borrado de las mujeres. Que haya hombres que se identifiquen con “ser mujer” no significa que lo sean, pues hablamos de entidades biológicas diferenciadas. De hecho, esta identificación puede ser desde por sexismo (por ejemplo, un chico gay que le digan que es femenino) hasta por la parafilia de excitarse con la imagen estereotipada de las mujeres, pornificada e hipersexualizada que nada tiene que ver con ser mujer sino con el estereotipo de género sexista que está en la base de la desigualdad por sexos.

¿Y tiene que ver con la negación de la homosexualidad?

No tiene por qué. Hay varones heterosexuales que se excitan con esta emulación. De hecho, verbalizan cuestiones como “como mujer soy la más zorra”. Es decir, su visión de lo “femenino” es con una alta carga misógina. Cuando hablamos de varones homosexuales “afeminados” hay una identificación con lo femenino (por ejemplo, ser emocionales) que puede acabar derivando en esta excitación de performar la feminidad. Lo que si niega la homosexualidad es tratar de inducir que si eres un chico gay afeminado es porque eres mujer verdaderamente.

Es curioso ver en las redes sociales como los autoginéfilos se visten o más bien se desnudan bajo el estereotipo sexista de como consideran lo hace una mujer.

Es que ningún varón tiene la vivencia de lo que supone pertenecer al sexo mujer. Las implicaciones del cambio en la pubertad, de la menstruación, las limitaciones sobre cómo actuar, pensar o sentir para cumplir con los mandatos sociales de género, etc. no lo han vivido. Acceden a la vivencia de ser mujeres a través de los medios, de los estereotipos sociales. Es decir, desde el sexismo, la pornografía, la hipersexualización, etc. Por tanto, se identifican con una ficción y es lo que representan. Y al reforzar esto caricaturizan lo que supone ser mujeres. Que, en realidad, supone tener mayor riesgo de vivir violencia en la pareja, tener menos oportunidades laborales, menor sueldo, mayor carga familiar, de cuidados, etc. Pero eso no lo performan porque ni si quiera lo contemplan. Lo que demuestra que no acceden verdaderamente al espacio psicológico de lo que supone ser mujeres, sino al arquetipo sociocultural de corte misógino.

¿Consideras que lo que hacen los autoginéfilos es sexualizar la sumisión?

Sin duda hay un componente en la hipersexualización y en validar que las mujeres deben ser sumisas, que sus cuerpos son de dominio público, que siempre están sexualmente disponibles, así como que las mujeres valen menos. Al fin y al cabo, no dejan de ser estereotipos que a las mujeres les dañan profundamente, pues suponen factores configuradores de la violencia sexual, la pornografía, los vientres de alquiler, etc. Por lo que es normalizar e incluso banalizar la opresión por sexo que viven las mujeres.

¿Cuánto hay de narcisismo al mismo tiempo que de suciedad en esta parafilia? Son muchas las fotos que se ven en redes sociales donde puede comprobarse la falta de higiene y suciedad en los cuartos y dormitorios en los que se performan.

Por un lado, el creer que se vive algo que no se ha vivido no deja de ser una fantasía, incluso un delirio cuando se cree fehacientemente. Esto va de la mano de indicadores como la falta de aseo, alta agresividad, etc. que nos alertan socialmente de que podemos estar ante personas que requieren una ayuda específica. Validarlos¡ es abandonarles cuando requieren atención profesional. Y negar esto refleja cómo de presente sigue el estigma hacia la enfermedad mental. De igual modo, creer que se es más mujer que una mujer denota machismo y narcisismo, por supuesto. No están pensando en las implicaciones de reforzar la desigualdad entre sexos y potencialmente aumentan el sexismo, y, en consecuencia, la violencia contra las mujeres. Su foco está exclusivamente en primar sus deseos, incluso por encima de los derechos de más de la población mundial.

Además del atrezzo a la hora de vestirse tienen obsesión por decir que tienen la regla, dolores menstruales, que están embarazados o dando supuestamente de mamar… ¿A qué responde todo ello?

A una representación de roles. No es algo nuevo. El plano simbólico es inherente al ser humano desde la revolución cognitiva y el desarrollo del lenguaje. Y esto sucedió hace miles de años. De igual modo, ya en Grecia los papeles de mujeres los representaban hombres porque se nos vetaba el espacio público. Lo verdaderamente novedoso es que socialmente se valide que interpretar estas fantasías cambia la realidad, y que desear es ser. Que haya hasta leyes que permitan certificarlo ignorando el sexo real. Es sin duda una época oscura en los derechos de las mujeres en específico, y en general en la cultura y cordura de la civilización humana.

¿Qué hay también de que se disfracen de lo que se conoce Sissy (esclava sexual) y de prácticas relacionadas con el BDSM o boundage y el sadomasoquismo?

Es precisamente otro exponente de este fenómeno, donde varones desarrollan fantasías de corte misógino y cuando desarrollan el papel de sumiso lo hacen interpretando un papel de mujer criada. Erotizan la desigualdad que viven las mujeres. Es otro tipo de refuerzo a los estereotipos que nos oprimen. Por no hablar de cómo el BDSM en sí mismo es un exponente de violencia que se ceba especialmente con las mujeres, y donde los agresores obtienen coartada para llevar a cabo sus fantasías sádicas y misóginas en un espacio validado socialmente.

¿De qué manera lo trans ha facilitado esta normalización tan sexista?

Lo “trans” es el paraguas. El pie en la puerta. Recordemos que en los primeros borradores de la Ley Trans española se definía trans como “queer, drag queen, drag king, travesti, etc”. Es decir, no hablamos de personas transexuales como la mayoría de la población cree. Hablamos de introducir como población vulnerable a cualquier varón que tenga fantasías con performar la feminidad. Incluso por encima de víctimas de violencia de género o personas con discapacidad. Como los propios cupos que se han hecho en distintas convocatorias de plazas españolas ponen de manifiesto. Estamos en un brote neoliberal donde el hedonismo social y el relativismo material está devorando todos los avances conquistados. Y eso, por desgracia, solo puede derivar en un declive ético y democrático que golpeará con fiereza, como ya está haciendo, a las personas más vulnerables.

 

 

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