“Un médico está envenenando a mi hija de 17 años que se dice trans con Testavan, medicación no apta para mujeres y con efectos desastrosos e irreversibles en su cuerpo”

Con solo 13 años la hija de María López (nombre ficticio) ya había padecido en 2021 “autolesiones, intentos de suicidio, anorexia, ansiedad, bullying y depresión”. Un historial que como denuncia esta madre, poco importó al orientador del instituto. “Me soltó, sin ningún tipo de tacto ni de remordimiento que mi hija era trans. ¡Tu hija ha muerto! ¡Alégrate que tienes un hijo!".

Una afirmación ante la que María le contestó: "¡No, mi hija está en clase!". Tras su shock y al conocer también que “en el instituto ya le habían hecho la transición social con su nombre sentido meses atrás sin decirme nada”, respondió “por todo el amor que tengo a mi hija, porque soy y seré siempre su madre, y sin saber lo que había detrás” llamando a uno de los dos números de teléfono de asociaciones transgeneristas que le dio el orientador. “Eran Transhuellas y Chrysallis. Solo contacté con la primera y me estalló la cabeza y el alma de lo que vi allí”.

Nuria Coronado Sopeña

Así relata María cómo comenzó “un calvario que es puro maltrato y que cada día va a peor. Mi hija, además de caer en manos de una secta destructiva”, tras irse a vivir “con mi exmarido maltratador”, ha sido reafirmada por él. Con la Ley Trans en la mano, se siente impotente “no puedo hacer nada para evitar que mi hija se enferme más. Con 16 años las y los menores pueden ir solos al endocrino sin autorización de la familia. Por eso mi hija ya está perdida”, añade.

Una ley que impide la protección de las familias

Y es que la Ley 4/2023 (de 28 de febrero, para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI) deja claro que las familias que se opongan a la norma, además de poder perder la patria potestad, pueden enfrentarse a expedientes por maltrato. La redacción del artículo 170 así lo establece: “Cual­quiera de los progenitores podrá ser privado total o parcialmente de su potestad por sentencia fundada en el incumplimiento de los deberes inherentes a la misma o dictada en causa criminal o matrimonial. Los Tribunales podrán, en beneficio e interés del hijo, acordar la recuperación de la patria potestad cuando hubie­re cesado la causa que motivó la privación”.

A esta redacción se suma la del artículo 70.3 en el que se especifica la “situación de riesgo” con menores de edad: “La negativa a respetar la orientación e identidad sexual, expresión de género o características sexuales de una persona menor por parte de su entorno familiar, deberá tenerse en cuenta a efectos de valorar una situación de riesgo”. Es decir, la ley trans ata de pies y manos y deja en un segun­do plano a las madres y padres que piden prudencia y que sus hijas e hijos sean vistos por la psicología o la psiquiatría para ir a la raíz de su malestar. Con dicha ley, si las familias no quieren enfrentarse a la posible pérdida de la patria potestad de sus hi­jas e hijos, se ven obligadas a autorizar los tratamientos médi­co-quirúrgicos que les reclamen.

Algo que como recalca María Durán Febrer, jurista especiali­zada en los derechos humanos de las mujeres, es muy grave en un momento vital tan especial “al no tener en cuenta que los meno­res y las menores de edad tienen tal consideración jurídica por estar en período de formación de conciencia. Desde la infancia, y en la adolescencia, los niños y las niñas realizan un aprendizaje mimético del comportamiento de los progenitores, de lo que ven en las redes sociales y en los medios de comunicación, este apren­dizaje mimético no pasa el filtro del razonamiento; si a ello añadi­mos todo el proceso biológico y emotivo de pasar de la infancia a la adolescencia en el camino hacia la adultez, un cuerpo que crece y se desarrolla extrañamente, con el que ningún niño ni niña ha contado previamente, a ello hay que añadir cómo la adolescencia implica el necesario desapego de los progenitores para configurar la personalidad propia, con la rebeldía que ello conlleva”.

Tal y como añade esta jurista, la Ley trans altera la patria potestad “ya que no mantiene coherencia con los deberes y fa­cultades de cuidado, sostenimiento y educación. Éste es el con­texto humano de las menores y los menores sobre los que se establece que pueden optar a modificar la inscripción registral de su sexo y nombre. A los 16 años, sin necesidad de ninguna autorización de terceras partes, sin mayor prueba que su volun­tad; entre los 14 y los 16 años, con o sin la aquiescencia de uno o los dos progenitores o, en su caso, del defensor judicial”.

Y ahora llega la hormonación

Ahora, María se siente aún más impotente. “Estoy con el alma rota. Mi hija ha empezado a hormonarse con 17 años. Hasta hace un año y medio, tuvo durante unos meses ayuda psicológica no afirmativa con psicólogas que ya habían tratado estos trastornos y habían sacado a muchas niñas confundidas, lesbianas de esta fábrica de medicados trans, pero el padre la quitaba cuando yo veía algo de mejoría. Tras irse a vivir con él empezó a afirmarla. Todo por seguir ejerciendo maltrato psicológico contra mí”.

Se ha enterado hace muy poco que “desde octubre se está hormonando con Testavan, una medicación no apta para mujeres de ninguna edad, con efectos desastrosos e irreversibles en su cuerpo. Están envenenando a mi hija y su padre es el culpable directo de que mi hija se destruya. Legalmente estoy atada de manos, con 16 años se supone que es madura sanitariamente para destruirse y no puedo hacer nada".

Un momento vital que Isabel Esteva, excoordinadora de la Unidad de Transexualidad de Andalucía (Hospital Regional de Málaga) y del Grupo de identidad y Diferenciación Sexual de la Sociedad Española de Endocrinología (GIDSEEN), reconoce se hace en una etapa “de gran vulnerabilidad, de confusión, de identificación subjetiva con su entorno, de modelos imitativos a la vez de una necesidad de ser diferente y de una constante evolución sujeta a patrones e influencias ambientales (sobre todo en el momento actual por las redes sociales, medios audiovisuales etc.). La autodeterminación o autoidentificación de la identidad a esta edad puede cambiar y de ahí la cautela que algunas y algunos profesionales manejamos”.

Y es que para Esteva que los roles de género sean confundidos con situaciones de transgenerismo supone mucho. “Por un lado, la identidad y los roles no son lo mismo y hay que definirlo antes. La identidad no se trata si no hay incongruencia o disforia y los roles son expresiones y comportamientos de género, a veces estigmatizadores y otras culturalmente impuestos (asumidos o no) e incluso elegidos; pero los roles no se tratan con hormonas y cirugías y por tanto no se deben mezclar en leyes, ciencia, datos numéricos etc. etc. Parecería desde la teoría Queer que tanto la identidad como las expresiones de género son vivencias internas que se expresan y entremezclan”.

Un medicamento prohibido en mujeres y menores

¿Pero que es el Testavan? Se trata de un medicamento que contiene testosterona, una hormona masculina producida de forma natural por el organismo, y que según describe la Agencia Española de Medicamentos y productos sanitarios, se utiliza “en hombres adultos para el tratamiento de sustitución de la testosterona y así tratar diversos problemas de salud derivados de una falta de testosterona (hipogonadismo masculino)”.

Según alerta dicha institución médica “es un gel transparente que contiene testosterona, una hormona masculina que se sintetiza de manera natural en el organismo. Se utiliza para reemplazar la testosterona en varones adultos cuando no generan suficiente testosterona natural – a esto se denomina «hipogonadismo». Este medicamento ayuda a incrementar la cantidad de testosterona a niveles normales. El organismo sintetiza testosterona de manera natural en los testículos”.

 

Testaván ayuda a producir esperma, a desarrollar y mantener las características masculinas, tales como una voz grave y el vello corporal. Es necesaria para una función sexual normal y el deseo sexual. También ayuda a mantener el tamaño y la fortaleza muscular. Se utiliza como terapia de reemplazo de testosterona en varones con el fin de tratar diversos problemas de salud derivados de la falta de testosterona (hipogonadismo masculino).

 

Su uso “se debe confirmar mediante dos determinaciones separadas de testosterona en sangre y además presentar síntomas clínicos como impotencia, infertilidad, bajo deseo sexual, cansancio, estados de ánimo depresivos, pérdida de hueso causada por bajos niveles hormonales, regresión de las características masculinas, modificación de la constitución corporal, incapacidad para tener o mantener una erección”.

 

Lo que María López denuncia es que dicho medicamento no se recomienda a mujeres ni niñas. Ya que como dice el prospecto “está totalmente prohibido para ellas debido a la posibilidad de desarrollar características masculinas”. Y tampoco es apto para niños porque “no se dispone de experiencia clínica en niños menores de 18 años.

 

Tal y como recalca la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios dicho medicamento en “las mujeres, independientemente de su edad, no deberán usar este producto. No permita que las mujeres (especialmente mujeres embarazadas o en periodo de lactancia) ni los niños entren en contacto Testavan gel o con las áreas de la piel en las que se ha aplicado”.

 

Y es que Testavan pone en peligro a terceras personas que estén en contacto con mujeres que lo tomen por posible transferencia de testosterona. Un efecto nocivo que es similar a la veintena de casos que recientemente han sido detectados en nuestro país en bebés que comenzaron a desarrollar el “síndrome del hombre lobo” porque sus padres usaban productos contra la calvicie y al entrar en contacto la piel de sus bebés empezaron a tener pelo por todo el cuerpo.

Es decir, este medicamento solo puede ser usado por hombres adultos. “Los hombres jóvenes menores de 18 años no deben usar este medicamento”. Por eso María López quiere solo una cosa. “¡Que paguen todas las personas que están maltratando y enfermando de esta forma tan cruel a nuestras hijas! ¡Desde el médico que se lo ha recetado al que denuncio públicamente aquí, hasta el padre que se lo permite para seguir maltratándome! ¡También todas las entidades transactivistas y los partidos políticos que han cooperado para este maltrato! ¡No voy a parar! ¡Si no puedo salvar a mi hija porque está ciega al menos podré evitar que otras niñas y familias pasen por esta tortura infinita!”, denuncia esta madre.

 

Y mientras María López no deja de llorar y perder las ganas de vivir por lo que considera “puro maltrato y tortura”, los testimonios de las detransicionadoras no paran de crecer y confirmar el miedo de esta madre. Como el de Claire A. en la red X a raíz de un reportaje de Fox News en una manifestación en Estados Unidos. "Tomé testosterona cuando tenía 19 años. Me extirparon los pechos a los 20 a pesar de que tenía tendencias suicidas. Dos años después me diagnosticaron trastorno de estrés postraumático, solo por la transición. Hace tres años que dejé de tomar testosterona y todavía sufro disfunción de suelo pélvico. Me duelen las cuerdas vocales. No puedo levantar mucho la voz, me duele hablar. Me duelen las articulaciones. Esto no es nada divertido. Por eso lo cuento. Para evitar que otras chicas se vean obligadas a vivir esta vida".

 



Comentarios

  1. Soy médica de familia ya jubilada. Estoy de acuerdo con la madre y con la Dra. Esteva. Este medicamento no se puede dar a mujeres ( la Agencia Española del Medicamento y la Farmacéutica así lo expresan) . Creo que puede haber abogadas que lograrían ganar un juicio. Creo también que l@s médic@s que están recetando testosterona a chicas y mujeres se pueden estar metiendo en un buen lío, pues antes o después van a empezar a ser demandados. Los efectos secundarios pueden ser graves.

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