“Por el año que pasé en la maldita Casa de Acogida de Granada sufriendo maltrato institucional estoy yendo a terapia más que por mi maltratador”
533 mujeres cada día. Esa es la cifra de víctimas que, en 2023, y según el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, se atrevieron a dar el paso de interponer una denuncia en comisaría o ante el juzgado contra su maltratador en España. Según el Consejo General del Poder Judicial “siete de cada diez fueron presentadas directamente por ellas. El porcentaje de sentencias condenatorias se situó en el 80,64 por ciento, un nuevo máximo histórico anual. Los casos en los que la víctima se acogió a la dispensa del deber de declarar aumentaron un 15,38 por ciento, lo que supone que tomaron esa decisión el 10 por ciento de ellas”. A esas 194.658 féminas hay que añadir otra cantidad tan brutal como la de las 103 asesinadas por el terrorismo machista. Este goteo estadístico, lejos de importar y movilizar a las instituciones y la sociedad para atajarse, acaba siendo nombrado como “una mujer que muere” o un “nuevo caso de violencia de género”. Y cada cual a lo suyo. A seguir con su día a día.
Nuria Coronado Sopeña
Y mientras el mundo sigue girando -preocupado por otras cosas siempre más importantes- todas estas mujeres y sus criaturas, más las que se acabarán sumando a estas tristes e injustas estadísticas, están solas, cansadas, abandonadas e incluso maltratadas institucionalmente en lugares que se suponen han de ser refugio para ellas. Lo sabe bien Macarena Estévez (nombre ficticio) una mujer que también denunció a su expareja. “Estoy harta de ser la parte que siempre pierde”. Por eso alza la voz y con su voz sube el volumen para que se escuche la de todas, la de tantas como ella. Tras seis años de maltrato y de tener que esconderse mientras que, a su victimario, la justicia no le contempla como tal, “de él dice que lo suyo son solo amenazas cuando mis niños sufrieron agresiones en pleno desarrollo fetal. Yo al menos ya era una adulta formada, aunque las palizas, agresiones sexuales y daño psicológico que he sufrido sea a mi pesar, no al 100% recuperable”, quiere apuntar al daño que están causando recursos que reciben partidas millonarias como las casas de acogida. Una de ellas está en Granada y es gestionada por AGISE (Andaluza de Gestión de Servicios Especializados), empresa sin ánimo de lucro y dependiente de la Junta de Andalucía.
Una vieja conocida del PSOE, PP y Ciudadanos
AGISE cuyo gerente es Alberto Arnaldo, fue creada en 2003, “por un equipo de personas con más de 30 años de experiencia en la atención a los colectivos más vulnerables y en el trabajo de prevención y atención a la Violencia de Género. Con presencia en las ocho provincias andaluzas, nuestro equipo profesional ha venido gestionando desde 1998, por concurso público de la Junta de Andalucía, la concesión del Servicio Integral de Atención y Acogida a mujeres víctimas de Violencia de Género y personas dependientes a su cargo en la Comunidad Autónoma de Andalucía”, tal y como describe de sí la propia empresa.
Solo un año después AGISE tuvo que dar cuentas ante la justicia y reconocer improcedencia en varios despidos de su personal. Una práctica -que tal y como denunciaba entonces la CGT- fue resultado del antisindicalismo de la entidad. “Sometía a sus trabajadoras a constantes situaciones de acoso y hostilidad, asimismo lamentamos que en este tipo de centros en los que se lucha por derechos de las mujeres y en los que debe haber un ambiente acogedor, existan este tipo de actuaciones hostiles hacia las trabajadoras que tratan a las mujeres víctimas de la violencia de género”.
"La tortura de echarnos a la calle y maltratarnos"
Ahora Macarena Estévez, madre tres hijos, quiere que se sepa como la directora de la casa de acogida de Granada y su actual equipo durante los “ocho meses que no me quedó más remedio que estar allí”, lejos de ayudarla, la revictimizó a ella, “a mis hijos y a ocho compañeras”. Una de ellas fue Alina, madre de Larisa y Elisa, quien como ya informaba en su día la periodista Cristina Prieto “tras huir de su maltratador y denunciarle, permaneció durante meses en esta casa de donde fue expulsada al cumplir el tiempo límite de estancia. Con sus dos niñas, sin red de apoyo familiar, sin trabajo y sin recursos económicos, Alina se encontró en la calle”. Tal y como Macarena recuerda Alina tuvo que irse de la casa tiempo después que ella. “Sus hijas y mis hijos han ido juntos al colegio, han ido juntos al taller, han ido juntos al parque. Esa chica era una chavala normal y corriente que quería trabajar, ¡pero la directora no le facilitó una puta mierda! Alina quería salir adelante, tener un porvenir".
Macarena, al saber que sus hijas fueron asesinadas sintió un dolor enorme. “Es como si fueran mi familia. Porque lo que compartimos en esa casa de acogida no eran días en la vida real. Allí se vive todo mucho más intensamente, somos muchas familias conviviendo a la vez y siempre esa sección de trabajadoras y directora boicoteándote días sí y días también a ti a tus compañeras. ¡Es que es una puta cárcel! Y te lo digo yo que después estuve en otra comunidad autónoma y he conocido un sistema que nada tiene que ver y que sí ha hecho porque mis hijos y yo mejoremos psicológicamente. Además de no tener ese machaque maltratador psicológico que ejercen desde las casas de AGISE”.
Y es que escuchar a esta superviviente es sentir vergüenza absoluta. “Es que lo de Alina es solo un caso. A otras también le hicieron igual. Una de ellas acabó ingiriendo un montón de pastillas de la presión que llegó a sentir allí. Lejos de darle un tratamiento o un apoyo la echaron con dos niñas pequeñas, una de ellas con parálisis cerebral y a la que no le dejaban ir a ver ni tampoco que la visitase. Tratándose de un caso especial como era, pero entre el maltrato de la directora y no poder ver a su hija enferma, esa chica no pudo más. ¡Me la encontré en el sofá! ¡Menos mal que sus hijas empezaron a hacer mucho ruido y yo al ser su vecina me llamó la atención, llamé a la auxiliar y cuando le abrió la puerta estaba ya inconsciente! Tuvo que venir el Samur y no volvió hasta el día siguiente. Le tuvieron que hacer lavado de estómago y demás y encima la echaron. Y esa chica fue a la casa de acogida no porque denunciase sino porque la encontraron tirada en un descampado con un traumatismo en la cabeza tan grande que ella cree que su maltratador pensó que la había matado. ¡Es que son tantas cosas que si te lo cuento todo…!”, recalca. “Por ese año que pasé en esa maldita casa sufriendo maltrato institucional estoy yendo a terapia más que por mi maltratador. Esas madres a las que matan en vida merecen que todas hagamos una red de apoyo y luchemos por ellas que ahora, si respiran, es de milagro”, añade.
Violencia sexual y maltrato vicario
Antes de llegar a ese infierno Macarena estuvo en otro. Era en el que le hacía vivir a ella y a sus hijos su maltratador. “Me exigía sexo diario para que no hubiera bronca, aunque siempre la había por algo”. También recuerda cómo la llevaba a una habitación “a meterme el pene por el culo hasta que me veía sangrar y me provocaba almorranas. Me daba puñetazos en el mentón -de esos que ves negro y te saltan las lágrimas-, en el oído -desde atrás para que no lo viera ni venir-, en la nariz o en la garganta para impedirme respirar bastante tiempo”.
No se le olvidan tampoco las manos de su victimario. “¡Cómo me metía los dedos en los ojos hacia arriba o en la mandíbula inferior para abajo haciendo fuerza!”, o el que le tirase agua en la cara “mientras dormía para despertarme sofocada”, o el que hiciera “ruidos raros para asustarme” o el que le tirase “la comida que hacía o ensuciaba según limpiaba y no recogía nunca nada”.
Y qué decir de las amenazas o de “los puñetazos que me daba en la barriga cuando estaba embarazada como si fuese su saco o que me tirase por la alcantarilla el ácido fólico de mis bebés, o que me dejase semidesnuda en el portal estando embarazada sin permitirme entrar y sin llaves. También me tenía que tomar la píldora anticonceptiva a escondidas ya que si me la encontraba me volvía a apalizar o me las quitaba”.
Por si estas intimidaciones fueran pocas, cuando Macarena consiguió coger fuerzas para denunciarle y pasar por el trauma de un juicio rápido que el juzgado calificó “de peligro extremo”, tuvo que vivir la desoladora experiencia de volver a su casa para coger lo justo. “Me llevé dos bolsas de rafia de Mercadona con lo que poco que pude recoger. Él nos persiguió y la Policía me obligó a abandonar mi casa, dejándolo todo allí. ¡Y a él no le pasa absolutamente nada porque el contrato de la casa está a nombre de los dos!”, se lamenta.
La peor pesadilla
De aquella que era su casa tuvo que huir en 2021 con sus criaturas, tras el juicio rápido, a un recurso de emergencia. “Nada más llegar solicité un parte médico que me fue denegado porque según me dijeron yo estaba bien y el parte era para casos más graves. Además, me dijeron que no me podían dejar salir de esa casa hasta que me den plaza, quitándome así la verdad para poder demostrarla en mi juicio”. Y es que como esta superviviente remarca de haber podido tener el parte, el castigo a su maltratador habría sido otro. “Le han caído delito de amenazas y 60 días de trabajo a la comunidad, que de haber podido ir al médico en el momento, todo sería muy diferente para mis hijos, para mí y mi panorama”.
Después Macarena y su familia fue trasladada en autobús a Granada. “Nos recogió una trabajadora de la casa de acogida y nos dejó en un apartamento con ventanales de dos metros. Me denegaron poner pestillos por seguridad para mis tres hijos pequeños. Ruego que retiren un mueble y me lo denegaron también, causando apenas un día después trece puntos en la cara de uno de mis hijos. Los accidentes ocurren, pero si una madre está viendo peligro en algo y ese algo no pesa cinco kilos, pero tiene filos punzantes, no te digo por dónde se lo pueden meter. ¿Quién le paga una cirugía a mi hijo si el día de mañana la precisa? Son 13 puntos en la cara”, recuerda.
Mientras está en el hospital con su pequeño llamó en varias ocasiones a la casa para saber de sus otros dos hijos. La respuesta que se encuentra dista todo de la empatía y la profesionalidad. “¡A mí no me pagan para cuidar niños!”, le respondió una de las trabajadoras. “Como no hay recurso de niñera en las casas de acogida, ni siquiera por las noches, las propias mujeres de la casa acaban haciéndose cargo de los hijos e hijas de las demás en caso de urgencia. Algunas incluso cobran por ello indicadas por la directora del centro que les dice que no sean tontas y se aprovechen de la ocasión”, subraya.
Tras mes y medio de haber interpuesto su denuncia Macarena por fin pudo acudir al médico. “Me detectaron restos de fisura en dos costillas recientes y en una de las clavículas. Al verme un oído inflamado es cuando me dirigen al otorrino. Al esperar mi turno, me percato de que el número de mi maltratador sale en mi ficha de los datos que la casa dio, lo que supuso para mí hablar con la directora de extrema urgencia, al tener miedo a que pudiese llegarle un SMS avisando de la cita, lugar, etc.”.
Y por fin "La Volaera", la mano amiga
Justo en ese momento es cuando Macarena se ve con fuerzas para buscar ayuda. Así es como da con La Volaera, la asociación dirigida por María Martín Romero y compuesta por supervivientes de violencia machista. Esta organización de Granada funciona haciendo malabarismos sin ningún tipo de ayudas o subvenciones pero con el corazón y el cariño latiendo siempre. “Me sentí muy arropada y comprendida por ella, el que María sea una superviviente y te sepa hablar no solo desde la empatía, sino desde el conocimiento, hizo que en una tarde quitase mucho peso de mi mochila y encontrase la ilusión. Por fin alguien creía todo mi sufrimiento y lo sentía suyo”, recuerda Macarena.
Sin embargo, dado que esta asociación es la china en los zapatos en Granada porque denuncia “los chiringuitos” y las malas praxis de los recursos públicos como de quienes están a su frente, Macarena no puede ni decir a las responsables de la casa de acogida que está siendo ayudada emocional y materialmente por María. “La comida, la ropa o los enseres que recibía los tenía que meter a escondidas porque hasta permiso teníamos que pedir para comprar juguetes a nuestros hijos o si quiera una tarta en su cumpleaños”. Y no era solo eso. Tanto a ella como al resto de mujeres la directora les decía que "dejaran de revictimizarse" o a santo de qué "pedían tantos paracetamoles". ¡Demasiado que no pedía nolotil con lo que tenía, haciéndome además cargo yo sola de semejante situación de supervivencia que supuso para mí y para tantas, la casa de acogida de Granada!”.
¿A qué otras situaciones te enfrentaste allí?
Recuerdo cómo solicitamos en verano un permiso para poder ir todas juntas a la piscina o a la playa con nuestros niños. Nos tuvieron todo el verano esperando ilusionadas para nada. Teníamos que conformarnos con los chorros del Parque del Triunfo, como el que saca al perro. Tampoco nos dejaban ir al centro comercial, ni al Alcampo ni al centro comercial Nevada por la alta “presencia gitana la cual a ver si nos iba a hacer algo". Sobra decir que además del machismo y la tortura institucional, también estábamos sometidas a comentarios peyorativos sobre el lugar de origen de algunas compañeras, a las que criticaban por pedir Alhaal, cuando para ellas es tan importante. ¡Vale que no se la puedas dar, pero al menos, no las desprecies por ello!.
Además, allí traductoras no existen. Es entre compañeras que se traducen, renunciando así a su intimidad, porque hablan de todo con mujeres que a lo mejor ni se conocen. ¡Eso sí, a la Alhambra, cuatro excursiones por trimestre ya que según nos decían tenían que justificar gastos! ¡Igual que las fotos que nos hacían a traición “para sus cosas internas” sin consentimiento alguno! ¡Prepararon un video para Navidad, supuestamente para nosotras, donde usaban las imágenes de nuestros hijos bajo el logo de AGISE sin habernos preguntado!
¿Qué sucedía con los horarios?
¿Y la comida?
Y además control de las estancias…
Así sí es. Hacen revisión a la hora que les parece para comprobar si tienes la casa ordenada. Si no es así lo apuntan en la lista de incidencias. Algo que es pura infantilización hacía las víctimas. En cualquier casa que no controle AGISE las revisiones se hacen pactando el día y la hora quince días antes. No te viene nadie a las once de la mañana a ver si tienes trastos en el fregadero. Somos las primeras que queremos nuestro hogar limpio y pulcro. No necesitamos a nadie detrás, salvo contados casos, para saber qué tenemos que hacer. Lo llevamos haciendo años.
Hablas también de la técnica del “divide y vencerás”
Así es. Lo que hacen es fomentar la mala convivencia entre nosotras. La directora se entera de tu vida y básicamente la publica dentro de la casa. Te dice: “cuidado con aquella” y “cuidado con la otra”, cuando “aquella y la otra” son mujeres con un mínimo de conciencia social y pensamiento crítico. Nos intenta hacer polvo psicológicamente día sí y día también. Si le nombras a La Volaera le cambia la cara, debe ser su criptonita. Claro, somos las únicas que vamos a su talón de Aquiles: Su pésima gestión en las casas de acogida. Por ejemplo, cuando llegamos en Navidad con los regalos de La Volaera, nos interrogó una por una para decirles que de dónde los habíamos sacado. Porque sí, la señora no le vale con ser directora en una casa, que lo es en dos (Emergencia y Acogida) y si “te portas mal” te lleva a emergencia de donde sabes que no se puede salir.
¿Qué sucedió cuando trataste de decirles que uno de tus hijos fue abusado sexualmente en el colegio?
Yo al verle bajar del autobús noté que algo le pasaba. Y le pregunté. Me dijo que le picaba el culo. Al llegar a la casa vi que lo tenía como escocido. Sus dos compañeros le habían encerrado en el baño y habían abusado de él. Nada más saberlo bajé a hablar con la encargada. Se rio y le restó importancia. Cuando la informo que quiero llevarlo al médico, me dijo que ni se me ocurriese si no quería que mi ex usara aquello en mi contra. Así que cogí a mis hijos y le dije que me iba al parque. Me tiré toda la tarde en urgencias donde elaboraron un parte SIMIA que es el procedimiento de actuación ante situaciones de riesgo y desamparo de la infancia y adolescencia en Andalucía.
Regresamos a la casa de acogida como si nada, pero al día siguiente la directora recibió en su despacho una llamada del Colegio de Médicos, o eso dice ella, informándole de todo lo que hice el día anterior. Se reúnen conmigo ella, la psicóloga y varias trabajadoras sociales para hacerme sentir miedo por haber llevado a mi hijo al médico. Al ver que nadie ponía nombre a lo que mi hijo había sufrido se lo puse yo. ¡Llamemos a las cosas por su nombre porque si yo he llevado a mi hijo al médico es por miedo a que haya sufrido un abuso sexual! ¡No entiendo por qué se me tiene que hacer sentir mal por ello! ¡Si de verdad me fuese a afectar algo, es saber que mi hijo haya podido sufrir y no haber hecho nada!, les contesté a todas. Al mes me llamaron de Servicios Sociales para comunicarme que habían llegado a la conclusión de que el niño estuvo a la vez en el baño con dos compañeros más mayores y que estuvieron jugando y que como los compañeros no llegaban a los siete años no se les podía considerar agresores sexuales. Mi preocupación era mi hijo y esos otros dos niños que, si tienen normalizado hacer daño en el culo, quizás era buena idea que Servicios Sociales se pasara por la casa de esa familia e hiciera un seguimiento.
Hay una frase lapidaria que escuchabais todas…
Así es. Nos decían que recordásemos siempre que “entrábamos en la casa de acogida tal y como salíamos: solas”. ¡Solo pedimos que nos den un trato humano! ¡Trato psicológico para nosotras y gestionar el duelo de familia de nuestros hijos! ¡Solo pedimos comida normal y suministros básicos garantizados! ¡No necesitamos más amenazas con irnos a la calle a sabiendas de que eso significa echarnos a la telaraña del maltrato de nuevo junto a nuestros hijos! ¡No necesitamos más castigos de silencio, manipulaciones, luz de gas...! ¡Ya venimos de una guerra para tener que acabar en otra! ¡No necesitamos más personas comiendo jamón en tu cara diciéndote que no necesitas un médico cuando te mueres de los dolores! ¡Necesitamos una reforma del Código Penal!
¡Pedimos una correcta gestión en la Red de Casas de Acogida! ¡Algo que solo se logra y corrige con una gestión de estos recursos de forma pública! ¡No con empresas privadas! ¡Queremos que se garantice el apoyo psicológico y el apoyo a maternar solas como estamos! ¡Pedimos el apoyo de empresas que nos den la oportunidad real de ser contratadas! ¡No que nos digan que nuestra circunstancia “personal” no acompaña a la contratación! ¡Y apoyo a La Volaera tampoco vendría mal, ya que son las únicas que de verdad están ahí, sin cobrar absolutamente nada por ello y ayudan de verdad!
¿Qué ha hecho La Volaera por ti y por otras mujeres?
Hemos visto cómo se han desvivido dando apoyo psicológico a la familia de la compañera asesinada mientras iba a por sus hijas al colegio. También como han acompañado a infinidad de víctimas en diferentes partes del proceso. Es decir, antes, durante y después de la denuncia, o por desgracia, tras el asesinato de alguna víctima.
También nos han ayudado comprando radiadores a todas las madres que estábamos en la casa porque la directora no quería ponernos la calefacción, pero a ella o a las auxiliares que no les faltase su estufita. ¡Y tú y tus hijos pasando frío polar en casa! Nos compraron también ropa interior térmica, pijamas, batas, calcetines, zapatillas, plumíferos además de gorros y bufandas y guantes para todos los niños y madres de la casa. Organizaron una fiesta de Reinas Magas para que nuestros niños no se quedasen sin Navidad, porque en la casa ni un paquete de gusanitos. Organizaron meriendas con nuestros hijos en un lugar con huerta y patio de verdad, donde ellos podían jugar y socializar. También compraron carros de paseo, patinetes adaptados para que las mamis podamos llevar a nuestros hijos (en mi caso a tres) de una sola vez, lo que facilitaba muchísimo las cosas y las ganas de vivir.
Así mismo se han desvivido y lo siguen haciendo por tener presencia en universidades, en medios de comunicación y allá donde haga falta para divulgar nuestro mensaje que no es otro que el de acabar con la violencia de género y que las supervivientes tengamos derecho a una vida digna, ya que ninguna hemos hecho nada para merecer esta violencia y bastante hemos tenido ya con sufrirla.
¿Crees que la sociedad sigue sin saber el infierno que pasáis?
La gran mayoría de las personas no tienen idea de ello y lo peor es que quienes deberían saberlo porque están en casas de acogida como la de Granada no saben cómo tratarnos ni a nosotras ni a nuestras criaturas. Solo quieren cobrar por estar allí sentadas tratándote como si fuésemos la mierda. Y nuestro dolor, pérdidas y muertes no son un sueldo. Tampoco son motivo de que tú me des lecciones de vida. ¡Trátennos con empatía y con respeto! ¡No pedimos más! ¡Estamos luchando para que no haya más Alinas, Elisas y Larisas! ¡Queremos garantizar el futuro de nuestras criaturas! A nosotras nos da igual, pero no queremos que nuestras hijas o nietas pasen por algo similar a ellas. Porque este triste y lamentable final han sido para ellas como podría haber sido para cualquiera de nosotras.
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