“El sistema patriarcal no nos educa a las mujeres para distinguir las compañías que nos potencian de las que nos vampirizan”

La honestidad es un arte cada vez menos practicado. Solo lo lleva a cabo la gente ilustrada que a sabiendas de que acarrea toneladas de sinsabores y tristeza tiene la certeza de que es el único camino para vivir en paz con la persona más importante que existe: una misma. Por eso, por todo lo pasado y por lo que le queda por aprender, Lola Sánchez Caldentey puede y debe definirse como una sabia. Una mujer, que como decía Marie Curie, no ha querido ni ha podido esperar “a construir un mundo mejor sin mejorar a las personas”. Porque cada una de nosotras, como decía la gran científica “debe trabajar para su propia mejora”.

Nuria Coronado Sopeña

Esta entrevista que ha necesitado casi un año (la primera vez cuando se la propuse y la segunda ahora que se ha decidido a hacerla) lo constata. Lola, ha dejado salir sus recelos para darse la bienvenida a ella misma. “Me da miedo hacerla y abrir las puertas de todo lo que he pasado. Pero lo voy a intentar”, me dijo por WhatsApp. Y no es que lo haya intentado es que lo ha bordado.

Su testimonio da fe del desastre total que vive la izquierda, si es que esta puede llamarse así, y de lo que ella vivió en Podemos y cómo le ha marcado. “Tenía dentro una bola tan grande que no podía sacarla, como si tuviera que vomitar algo que no me cabe por la garganta: recuerdos desordenados de esos que te provocan un par de latidos más fuertes y que te hacen olvidar a qué venías a la cocina. Así uno detrás de otro, sin saber priorizar, sin saber muy bien todavía analizar, como un puzle de piezas con los bordes roídos”.

Porque a quien estuvo en Podemos pensando que desde allí iba a cambiar el mundo, le hicieron bullying, por decirlo suave. La entrevista le salía fácil al hablar de su vida actual. Pero al tocar su experiencia en el partido morado y como eurodiputada, todo se le atragantaba. Tanto que “no sabía por dónde empezar, no sabía dónde enfocar”. Así que dejamos en barbecho la entrevista hasta que llegara el momento.

La dieta terapéutica de contar la verdad

La dejamos porque Lola al intentar contestar a las preguntas le venía una frase: ¡Supéralo, rencorosa, estás loca!, (y otras cosas peores)”. Lo mismo que le dice la turba podemita que sigue respondiendo cuando ella escribe en redes sociales “y acto después tuitean sobre salud mental. Es el perfecto ejemplo de lo que se vive ahí dentro: la incoherencia a mano abierta, que vuelve loca a cualquiera con dos dedos de frente”.

Así que ahora le ha llegado el momento de alzar la voz. Se conforma con que sus palabras “le sirvan a una sola mujer”. Pero no va a ser solo a una. “Serán miles”, le dije. Porque se le han quitado todas las vergüenzas de hablar sobre “ese proyecto en el que tanto creí, por mucho que ahora me tilden de traidora, incluso de voxera, los muy indocumentados. Casi siempre porque hacen algo que me trae un recuerdo y entonces lo vomito, literalmente. Me voy quitando kilitos de encima, es terapéutico. El simple hecho de haberlo contado fuera de mi entorno tiene un efecto positivo en mí”.

Hoy está en paz y es feliz con su vida en el Bierzo. Allí pasea y juega con sus inseparables Tina, Otto y Trasto y vive su aventura emprendedora como apicultora -junto a su compañero de vida- de La Prohida una marca de miel que transporta a los recuerdos de la infancia y “hecha desde una cuesta que lleva a un alto”. También trabaja como Técnica de Desarrollo en el Ayuntamiento de Fabero, “lo he conseguido por oposición, no se vaya a pensar nadie otras cosas”, remarca. 

¿Este viaje de vuelta a la tierra es también un viaje al centro de ti misma? ¿Qué has encontrado en tu epicentro?

Pues lo que siempre llevaba buscando: estabilidad, poder quedarme quieta en un lugar donde plantar árboles y verlos crecer. Es una metáfora, pero también es literal.  Cuando era joven, en el instituto, soñaba con viajar mucho, pero especialmente con pasar un año en un lugar que tenía muy idealizado Nueva York. Pensaba que debía estudiar algo que me permitiera hacerlo y por esto estudié Políticas. Hoy miro atrás y veo que he cumplido, o se me han cumplido, esos sueños y con creces. He vivido y trabajado en varios países. No en Nueva York, pero es que ahora ni regalado, y he viajado a sitios que nunca habría soñado, muchos de ellos durísimos. Sin embargo, hoy no puedo pedir más. Todo eso ha moldeado mi forma de ver y entender el mundo y por tanto la forma en que quiero vivir mi vida.

¿De qué manera te ha influido?

En que haya elegido a la pareja que tengo, la casa que tengo, los trabajos que tengo, las relaciones sociales que tengo, etc. He visto un mundo que me impulsa a alejarme de él y crearme uno más amable. Y ahora mis pies tienen raíces en esta comarca que me devolvió la sonrisa, así como las ganas de plantar árboles, de aprender a cuidar de abejas y a poder crear a mi alrededor un oasis de estabilidad. También tengo la oportunidad de trabajar este año para el ayuntamiento de un pueblo vecino por oposición, no se vaya a pensar nadie… Pero es que encima mi tarea es impulsar el emprendimiento y la repoblación, gestionar subvenciones y pensar cómo podemos revitalizar estos municipios tan dañados, y dolidos. Un trabajo titánico, casi imposible, pero un reto que por pocos frutos que dé, son muy dulces. A pesar de mi salud, fastidiada por la endometriosis, estoy muy contenta, agradecida a la vida; ¡cómo no estarlo con la que está cayendo!

Lo has hecho bien acompañada…Eso de que para llegar lejos lo importante no es rápido sino en la mejor compañía ¿es mantra en tu vida?

Sí, sin duda, aunque también te digo que los momentos más felices que recuerdo, las vivencias más intensas, son aquellas en las que me embarcaba yo sola en alguna aventura vital, como cuando al divorciarme, con 30 años, dejé el trabajo y me fui a una granja islandesa, lejos de todo, a cuidar ovejas. Luego volví a la capital a buscarme la vida y acabé de profe de español en un colegio público. En otras ocasiones, como los viajes de trabajo parlamentario, pasaba jornadas a solas en lugares random: en la Habana, en París, en Panamá, en Colombo, en Montreal… Llegó a encantarme viajar sola, estar sola, y es una oportunidad que no todas las mujeres tenemos, desgraciadamente.

Otras veces, es la compañía la que etiqueta los recuerdos. Son esas veces en las que no recuerdas dónde estabas, pero sí con quién estabas. Algo memorable ocurrió para que guardemos dichos recuerdos en este formato, quien nos marcó fue esa persona. A veces son recuerdos dolorosos, porque el devenir de esa relación la ha matado y tienes sentimientos duplicados: los que tuviste en aquellos momentos hacia esa persona y los que tienes ahora. Desde luego, las compañías son tremendamente importantes: puede ser alguien que te potencie y puede ser un vampiro, pero el sistema patriarcal no nos educa a las mujeres para distinguirlos. Yo, como tantas de nosotras, también tuve una relación psicológicamente tan tóxica. Mi compañero lo sabe, a veces me sigue apareciendo este tío en pesadillas, persiguiéndome, observándome de lejos. Los de Podemos me dirían: “Supéralo ya, ¡¡rencorosa!!”, ¿no?

Ahora tienes un trabajo apasionante, pero ser apicultora no es sencillo. ¿Te van los riesgos? ¿Cómo es tu día a día?

La apicultura es un campo apasionante porque tienes que aprender un poco de muchas materias: botánica, climatología, biología, etología…para entender bien a las abejas. Ser ganadera de colmenas es como jugar al ajedrez: hay cientos de variables interconectadas y siempre debes ir un paso por delante de ellas. Y cada día se hace más difícil. Creo que la gente no se imagina el esfuerzo que supone el simple hecho de mantenerlas con vida, porque la cantidad de amenazas que soportan es abrumadora. El comercio internacional sin control ha introducido especies invasoras de las que no saben defenderse, como es el caso de la varroa – una especie de garrapata –, o la avispa asiática, que alimenta a sus crías con abejas, diezmando colmenares enteros. Hoy la apicultura es una actividad de riesgo, pero no tanto por los picotazos sino porque la inversión en tiempo y dinero es cada vez mayor. Mientras que el precio de la miel nacional no sube nos inundan mieles procedentes de otros países con precios irrisorios. A veces ni siquiera se trata de miel sino de jaleas vegetales que se mezclan con otras mieles. Y la última y creo que más peligrosa amenaza es el cambio climático, por supuesto. El verano pasado se me derritieron varios panales de miel dentro de las colmenas, así que ya estoy tomando nuevas medidas para que no me vuelva a ocurrir. Siempre hay que ir un paso por delante, y en eso se parece a la política.

Hoy vives como querías. ¿Dirías que cuándo estabas en Podemos sobrevivías?

Puedo distinguir dos etapas en Podemos. La primera desde que empecé en Cartagena y la campaña de las elecciones para Europa y la segunda los cinco años como eurodiputada. La diferencia es fundamentalmente económica. En enero de 2014 trabajaba los fines de semana en un restaurante, y lógicamente estaba buscando algo mejor. Superé las pruebas y entrevistas de una compañía aérea y me seleccionaron como despachadora de vuelo en el aeropuerto de San Javier a 20 minutos de mi casa. Son quienes se encargan de dirigir la carga y descarga del avión y decidir cuándo está listo para volar, un trabajo que se me hacía muy curioso. Empezaría en abril.

Me subía por las paredes, porque era un trabajo estable, más o menos bien pagado y con futuro. Pero nunca lo llegué a ejercer porque fui convencida de que apostara todo por Podemos y su campaña. Fue más de una hora de charla telefónica con Errejón lo que me hizo cambiar de idea, llamar a la compañía para darles las gracias y decirles que a lo mejor en mayo les llamaba de nuevo por si tenían hueco. Me llevaba muy bien con el inglés y con el que iba a ser mi jefe y hasta le conté la razón. Me dijo que no iba a ser posible lo del hueco, pero me deseó mucha suerte y me dijo que iba a seguir mi carrera como política. Yo le dije: ¡bueno, no va de eso, pero gracias! Y me quedé con una mano delante y otra detrás, esperando órdenes y sin un duro en el bolsillo porque ya había gastado el paro. Nada, cero patatero. 

¿Cero patatero? 

Una anécdota fácilmente comprobable de cómo gestionaron mi existencia, mi existencia como pobre ya que tanto hablan en esos términos. Es el anuncio televisivo de la campaña europea de Podemos. Un anuncio en el que salían los primeros de la lista, menos yo. Pusieron a una chica morena así de mi estilo, le pusieron mi nombre, dijeron que era “autónoma en paro”. Pero, ¿qué es eso? Y es que no podía pagarme un viaje en bus o en tren desde Cartagena a Madrid para el día del rodaje. Lo supieron, no tengáis duda. Me dijeron “¡vaya, qué pena, pues nada!”. Y pusieron a otra chica. ¡Arreglado! Luego tengo que aguantar insultos y vejaciones de quienes quedan como fanáticos de esta organización. ¡Es que tiene tela marinera!

 

¿Y ahí no acaba todo?

Cuando los votos me hicieron eurodiputada tuve más problemas. Al primer viaje no fui invitada, sólo viajaron a “fontanear” en el grupo parlamentario Pablo Iglesias, Teresa Rodríguez y Pablo Bustinduy (actual ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030). La siguiente semana nos dijeron de ir todos. Pero yo no podía pagarme el vuelo ni la estancia, ni comer ni nada en Bruselas. Lo sabían. Me las apañé con un par de buenos amigos, de esos que no juzgan. Recuerdo que tardé varios meses en devolvérselo de la cantidad de deudas en que había incurrido. Con mis amigos, con el banco, con Podemos. Hasta finales de julio no cobré el primer salario y dietas. Conseguí que Podemos me prestara la fianza de un apartamento, porque salía más barato que me quedara allí siempre, a estar yendo y viniendo todas las semanas, tal y como se suele hacer y como hicieron todos los demás: venir de lunes a jueves.

Sólo unos pocos conocen cómo pasé esas semanas, en un piso vacío, con una colchoneta hinchable para dormir y una bandera de Bélgica que usaba como mantel en el suelo, tipo pic-nic. Y sola, muchas horas sola, desde los jueves hasta los lunes. La hermana de un chico que acababa de conocer en Bruselas se mudaba a España y me invitó a coger trastos que dejaba. Arramblé con vajilla, ollas, cubertería, una plancha de ropa, un costurero completo que aún tengo y alguna lamparita. Y con eso empecé a vivir en ese piso. Tengo buenos recuerdos de esa época, sin embargo, porque tenía por delante un reto apasionante. Me leía a ratos el Reglamento del Parlamento Europeo para entender ese embrollo legislativo. Lo llaman “tren”, no digo más.

La ilusión por el trabajo parlamentario no la perdí, al contrario, era mi refugio, mi ancla y mi bandera, todo a la vez. Mi razón para seguir allí y para aguantar todo lo que tuve que aguantar. Era lo que merecía la pena, pues todo lo que concernía al partido y a mis compañeros era dañino y doloroso. Traiciones personales, zancadillas, hacernos el vacío; creo que ni yo soy consciente de las secuelas de haber estado ahí metida durante cinco años, en esa burbuja que es Bruselas, que dentro tiene otra burbujita de Podemos, donde todos conocen tu vida personal, tus preferencias, tus puntos débiles, tus objetivos. Es una olla a presión. Raro era el día que no llegaba a casa destrozada. No sabes qué te espera al día siguiente, porque siempre hay un tema caliente en el que si no te posicionas públicamente vas a ser sancionada. Y nunca sabes cómo, ni cuándo, ni por dónde te va a llegar. Así que por supuesto que ahora vivo como quiero: desayuno viendo los milanos y las cigüeñas y me acuesto escuchando el ruiseñor. Y en el trabajo tengo compañeras.

Y de sus dirigentes ¿qué hay más allí: abejorros o chupópteros? ¿Esto aplica igual para la política en general?

Los abejorros tienen mala fama, pero son una monería y no viven de nadie. Al revés, son unos grandes polinizadores. Lo que hay en política son zánganos. Los zánganos son creados por la abeja reina a voluntad. Es decir, cuando ella decide, pone un huevo de zángano, por pura necesidad, ya que en un determinado momento del año debe haber un gran número de ellos para que las nuevas reinas puedan fecundarse. Después de ese momento, el zángano no sirve para nada a la colonia, incluso consume sus recursos, ya que no puede alimentarse por sí mismo – las obreras le dan de comer en la boca –, ni limpia sus excrementos.

De esos sí que hay muchos. Ese imaginario que dice que a las malas personas les va bien en la vida deja de ser un imaginario en el mundo de la política. Si no estás dispuesta a contradecir tus principios no vales para ese mundo político que han creado los hombres. Porque claro, el machismo en este entorno da para un libro. De hecho, Nuria Varela acaba de publicar uno, con el título de Síndrome de Borgen, que estoy deseando leer, donde expone precisamente cómo funciona lo que ella llama trituradora de mujeres que son los partidos. Interesantísimo.

¿Irene Montero es abeja reina? ¿Crees que tiene conciencia de lo que ha hecho arrasando y maltratando a las mujeres?

Resulta que en el mundo de las abejas hay tantas situaciones que encuentro símil para casi todo. Una de ellas se da cuando una colmena pierde a su reina. Si esta colmena no tenía larvas de la reina anterior – es decir, fecundados – esa colmena está irremediablemente perdida, no sirve para nada. Y esto es porque una de las obreras – todas son hembras – desarrollará sus órganos sexuales y empezará a poner huevos. Creerá que es la reina, y empezarán a tratarla como a una reina. Pero se trata de una reproducción por partenogénesis, de óvulos no fecundados, con lo que la descendencia serán todos zánganos, machos. Que no producen nada, sólo consumen recursos y hacen que otras obreras se dediquen a darles de comer en la boca, en lugar de estar pecoreando por el campo para traer polen y néctar a la colonia, crecer y mantenerse con vida. Eso se llama colonia zanganera, y en apicultura lo que se hace es desmantelarla, es decir, intentar salvar el mayor número posible de obreras metiéndolas en otras colmenas y deshacerse de los zánganos, que dejarán de ser bienvenidos en todas las colmenas una vez pasado el tiempo de la fecundación del que hablábamos antes.

Si no se hace eso, la colonia morirá en pocos días, pues es insostenible. Creo que a ninguna feminista hace falta explicarle la metáfora. A mí me parece perfecta para explicar qué se ha hecho con el Ministerio de Igualdad. Alimentar zánganos mientras las obreras mueren. Las abejas transportan el polen, su naturaleza como hembras les da toda la fuerza y esa misma fuerza es la que aportan al planeta haciendo que la vida siga.

A las mujeres nos quieren quitar todo. ¿Es hora de sacar el aguijón?

Las abejas son inteligentísimas. Sólo te picarán cuando seas una amenaza real. Una abeja nunca te picará si las salvas de un ahogamiento o si está libando una flor y le das una patada sin querer. Pero ¡ay amigas! Cuidado cuando están juntas y en su casa. Como apicultora, con el tiempo llegas a entender los sonidos que emiten en cada momento. Abres la colmena e inmediatamente su tocata te dirá si están de buenas o de malas. Y la evolución de una a otra posición conforme avanzas en el manejo, en el trasteo.

Si a alguna de ellas le haces daño empezará a chillar…tienes que buscarla para ver dónde has dejado pillada a esa abeja y liberarla antes de que todo el colmenar se contagie de la llamada. Porque si esto ocurre y la colmena se cabrea, no hay buzo ni guantes que valgan. Mejor cerrar e irte lejos porque se vuelven intratables. Me enfada y me encanta a partes iguales – me enfada porque a veces no he terminado de hacer lo que debía. Son el perfecto ejemplo del “Tocan a una, nos tocan a todas” de la naturaleza. Por eso es fácil enamorarse de ellas y fascinarse por sus secretos. Deberíamos tomarlas de ejemplo porque a veces al agresor sólo se le expulsa con violencia. Pero nos han educado así de pacíficas y claro…

¿Si pudieras haber cambiado algo en la política ahora seguirías en ella?

Si el mundo de la política no hubiera sido creado y moldeado por y para los hombres, por y para sus intereses personales y por y para los intereses de los grandes poderes económicos, pues a lo mejor me lo pensaba. ¿Pero y eso cómo se hace? En una ocasión, un eurodiputado me dijo que estaba usando poco mi belleza, que conseguiría más cosas – hablábamos de enmiendas si la usaba bien. No dije nada. En otra, entré en un ascensor con otro eurodiputado – nos distinguimos por las tarjetas que hay que llevar colgadas – y al instante empezó a mirarme descaradamente y hacer muecas, supuestamente sensuales. De forma descarada, sin vergüenza ninguna. Saqué mi tarjeta del bolso, me la colgué y me pidió disculpas. No dije nada. Y así de mal, tremendamente mal, reaccionaba yo a este tipo de situaciones.

Tampoco sabía identificar otros comportamientos que hoy no permitiría. Y es que me faltaba el Feminismo. Yo creía ser feminista pero no lo era, básicamente no tenía ni idea porque no había leído ni escuchado la Teoría Feminista. Hablaba de oídas, como la mayoría de la gente hace. Y así me fue. A veces imagino cómo hubiera sido mi paso por el parlamento con el Feminismo bajo el brazo y sin menospreciar el trabajo que hice creo que hubiera sido muy distinto. ¡Pero conocer el Feminismo es a la vez tan doloroso y liberador!

Ahora hago las paces conmigo misma en el pasado, pongo las ideas en orden, priorizo mejor, me cuido más, me escucho y analizo mejor. Me comprendo y comprendo a las mujeres de mi entorno, veo el sistema, veo el Mátrix, y aunque es horrible hasta puntos insospechados, hay que conocerlo para destruirlo. Nunca podré desvincularme de la política porque me encanta, me mueve, me enciende; pero como ciudadana con un pequeño altavoz por haber sido cargo público. Estoy segura de que colaboro más y mejor desde aquí, en lo pequeño, con el trabajo en el ayuntamiento, con mi pequeña empresa de miel y a postando por una vida en este territorio tan necesitado de habitantes y de personas que emprendan.

Emprendedora no suena nada mal ¿hasta dónde vas a llegar con esta aventura?

Pues en estos momentos estoy estudiando muy seriamente un nuevo proyecto que no tiene nada que ver con la apicultura, pero sí con el medio ambiente y que podría crear puestos de trabajo, además de ser fácilmente replicable en otros lugares. Pero por ahora no puedo contar más, porque estamos en fase de evaluación y primero hay que ver si es rentable. Si lo es, mi idea es crear en paralelo un programa para que personas que quieran emprender en sus pueblos puedan venir a formarse y aprender a gestionar el negocio. Y que se replique, porque es un modelo donde no cabe la competencia tal y como la entendemos en este mundo capitalista, despiadado.

Y ya que puedo, hago un llamamiento a quienes sientan una pequeña llamada a escapar de las ciudades: ¡hacedlo! Emprender en el mundo rural no es más difícil que en las urbes; a veces puede pasar lo contrario y encontrar unos servicios municipales que te abren los brazos y que ponen todos los recursos para facilitar el emprendimiento. Pero lo mejor es estar aquí y poder quedarme. Ya he plantado muchos árboles y quiero verlos crecer.

 

 

 

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