“Hay personas con relevancia en el CSIC que continúan escribiéndome para que entierre el caso de Mari Carmen Fernández Vázquez

Lara Graña, redactora jefa de Faro de Vigo desde 2021, es mucho más que una enorme periodista de investigación en este país. Es reflejo de la ética de un oficio, que como decía el gran Gabriel García Márquez, se convierte “en el zumbido al moscardón”. Curtida con casos como las crisis de Pescanova, el naufragio del Villa de Pitanxo, el de los hijos de J. Barreras o Hipersel (la mayor cadena de tiendas de congelados del norte de España), donde le llegaron a decir que al frente estaban "hombres de paja" y que no iba "a poder demostrar quién era el jefe real", ha subido un peldaño más en su compromiso profesional y personal con su vocación.

Nuria Coronado Sopeña

Y es que ahora Lara Graña, licenciada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela y dedicada a la información económica y marítima desde 2008, ha hecho crecer aun más su compromiso con el periodismo al dar voz a la historia de Mari Carmen Fernández Vázquez. Ha pasado un año investigando el dolor inmenso de esta camarera del buque de investigación oceanográfico García del Cid (barco del CSIC que a su vez depende del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades), que desapareció del mismo tras haber tenido que volver a embarcarse después de una baja por depresión al denunciar los abusos sexuales perpetrados por uno de sus compañeros meses atrás.

"Su desaparición hace un año afloró un pestilente clima de acoso y abusos en la mayor institución científica de España y provocó un cambio de protocolo". La investigación de esta mariñeira ha servido para que "otras mujeres dieran un paso adelante y denunciaran más casos de acoso y agresiones sexuales, así como una gestión duramente reprobada a cargo del todopoderoso Consejo Superior de Investigaciones Científicas".

Un trabajo brillante, que sin embargo, fue ninguneado y borrado por el programa "Salvados" y su presentador Fernando González González (Gonzo), también gallego como ella. Y es que en el reportaje que La Sexta hizo al respecto del caso, casualmente se les olvidó nombrar a Lara Graña.

La angustia y la rabia 

Por eso, cuando la periodista piensa en Mari Carmen, le vienen de golpe dos emociones: siento angustia y rabia. Fíjate que he visto un par de fotos suyas, una que tengo desde que empecé la investigación y que nunca he querido publicar, y otra que se difundió hace unas semanas en un programa de televisión. Pero solo me viene a la cabeza la primera. Ella sonriendo con unas gafas de sol, sentada en el coche con una camisa azul de cuadros. La he visualizado decenas de veces. Y de pensarla así, feliz, a hacerlo en la cubierta de ese barco en medio de la noche, o escribiendo en la libreta que quiere morirse porque "nadie hace nada"...me aprieta en el pecho. No me sale ubicarla en su día a día, con sus hijos o sus amistades; solo me viene a la cabeza una Mari Carmen rota, con más temor a la vida que a la muerte en medio del Mediterráneo. Y no es justo", recalca.

Hay una frase que no es solo una frase. Es la crudeza de las vidas rotas de este caso: “Tres hijos sin su madre y un marido sin su mujer…”

Y no solo eso. Son tres hijos sin su madre, un marido sin su mujer y un muro enfrente que tiene el nombre de la mayor institución de investigación científica de España. Y te diré más: hay personas con relevancia en esa institución que continúan escribiéndome para que entierre este caso, circunscribiendo la muerte de una persona en estas circunstancias a algo “solo personal”. La última vez, hace solo un par de semanas. Me han llamado sensacionalista... Aquí las vidas rotas no han importado mucho en ciertos ámbitos.

¿Tiene más delito que además del agresor, el segundo victimario, sea una entidad pública?

A mi juicio, sí. En ningún momento, cuando supe que Carmen había denunciado una agresión sexual a bordo del buque, me imaginé que una institución como el CSIC iba a reaccionar de este modo. Yo tengo experiencia en la investigación periodística pero centrada en la economía, me he metido en casos bastante grandes y complejos. Mi imagen del CSIC era… no te digo idílica, pero sí de merecida referencia y prestigio, como lectora de noticias o autora de informaciones sobre sus investigaciones o proyectos. Conocía a esta entidad por encima, pero lo que sabía me bastaba para tenerla en un pedestal, digamos. Esto ha tumbado esa imagen completamente, y no solo a mí. El CSIC está enfermo y alguien tiene que meterle mano para sanarlo.

¿Cuánto cuesta emocionalmente llegar a la verdad con un caso tan duro como este?

Te dejas un pedacito de ti, te lo llevas a casa, a las conversaciones con los amigos y la familia. Esa angustia de la que te hablaba al principio no deja de acompañarte. Y después está esa sensación egoísta de inutilidad, a veces, de que estás remando y remando y no consigues nada. Es lo que me pasó cuando supe que se había archivado el caso judicialmente; me hundió, no lo podía entender.

¿Cómo empiezas a tirar del hilo y te das cuenta de la maraña de silencios y complicidades que tiene?

Creo que este bagaje de periodismo de investigación ha sido fundamental para no haberme quedado “solo” con la desaparición, de querer rascar más y más. He llevado casos de siete años, cuatro años… Fue el propio comportamiento del CSIC el que me activó para tirar del hilo. Ahí indagué sobre el convenio colectivo del García del Cid, por ejemplo, que sí hubiese permitido un cambio de barco a Carmen, pese a que el CSIC lo negó por escrito en respuestas al Congreso y al Senado. O que Carmen tuvo que hacer ella un curso contra el acoso sexual antes de embarcar…

Una vez que se cerró el caso judicialmente sí estuve unas cuantas semanas desconectada de este tema, sin dejar de consultar nunca al abogado de la familia por posibles avances. El silencio, la sensación de abandono que me trasladaba la familia… ahí fue cuando descubrí lo que venía después: que se desguazaba el buque, que los hijos seguían sin haber podido cobrar sus pensiones de orfandad, lo del despido de la tripulación… Y cuando un montón de chicas empezaron a contactar conmigo para contarme situaciones tremebundas a bordo de otros barcos del CSIC. Con ellas se armó una revolución que no puede parar.

¿Qué todo ese esfuerzo no se reconociera en La Sexta es revictimizar la misma historia?

Eso, lo del reconocimiento, me generó incredulidad en un primer momento, supongo que pasé por fases de duelo... Pero es lo menos importante, yo no soy nadie en esta historia más que una persona testaruda que no quiere que Carmen quede en el olvido. Honestamente, me encantaría que este fuese un tema mainstream en los medios de comunicación, pero hemos estado solos Faro de Vigo y Público. Que la prensa de este país se haga eco de un caso así no debería reñirse con el respeto profesional.

El periodismo a veces no salva vidas, pero siempre salva la verdad. El periodismo es memoria.

El periodismo es verdad, respeto y dignidad. Cada vez que escribo sobre Carmen quiero pensar que la reivindicamos de algún modo, que aniquilamos el silencio. Estamos hablando de una mujer que presumiblemente se tiró por la borda, con tres hijos en casa, solo seis días después de haber embarcado en un oceanográfico de 37 metros de eslora. Que tuvo que hacer ella un curso contra el acoso sexual. ¿A nadie se le ocurrió que no tenía que haber regresado al mismo barco? ¿Nadie ahí puede coger el teléfono y hablar con el marido, con su cuñada…?

Si pudieras mandarle, allá donde esté Mari Carmen, un mensaje ¿cuál sería?

Que no me voy a rendir, por su memoria y por la situación de un montón de mujeres más que están sufriendo o han sufrido situaciones de acoso o abusos. Y que me perdone si en algún momento le ha molestado algo de lo que he dicho, pensado o escrito.

 

 

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