Gisèle y el viaje sororo de 200 feministas españolas

Hay un pacto único e inquebrantable. Una unión que solo, si naces mujer y vives el feminismo como la razón de tu vida, eres capaz de sentir en cada una de los poros del alma. Es el de la sororidad, que la gran Marcela Lagarde definió como la red que nos sostiene y nos da esperanza para seguir adelante. “La sororidad reconstruye a las mujeres y es un camino real para ocupar espacios, lograr derechos, consolidar protecciones y eliminar el aislamiento, la desvalía y el abandono”, decía.

En ese pacto de mujeres, entre mujeres y solo para mujeres, la meta es erradicar el patriarcado, la opresión y la violencia máxima, que, sin importar el dónde, se da contra todas nosotras. Una meta que aunque siempre no parece llegar, se fragua y se conquista con el apoyo, la unión, la rabia, la inconformidad, el hartazgo y la justicia feminista. Por eso, "si nos tocan a una, respondemos todas". Por eso si nos duelen, nos conmovemos y vamos hasta el precipicio, bajamos al mismísimo de los abismos, para cogernos de la mano, no soltarnos y curar, con el plural “nosotras”, el dolor infinito que nos produce el patriarcado, que nos quiere solas y cuanto más rotas mejor.

Nuria Coronado Sopeña

Y cuando nos supura la vida, no hay mejor medicina que esa sororidad. Por eso 200 feministas españolas decidieron desplazarse el pasado viernes 20 de diciembre a Aviñón (Francia) para estar donde la vergüenza ha cambiado de bando. Desde diversos puntos de España (Comunidad Valenciana, Cataluña, Mallorca, Madrid, Extremadura, Burgos…) se organizaron junto a “Les Amazones d´Avignon”, las feministas de dicha localidad, en diversos chats, para organizar el viaje y mostrar el cariño, el respeto y la admiración a una mujer infinita que se lo merece todo: Gisèle Pelicot.

Ellas representaron la rabia, el hartazgo y la lucha de un mundo posible y mejor. Algunas fueron bajo la bandera de Feministas al Congreso, de Feministes de Catalunya o Dones de CC. OO de Catalunya, pero todas, abolicionistas de palabra y obra, representaron el feminismo en mayúsculas. El que cree en la abolición de la violencia machista, la prostitución, la pornografía, los vientres de alquiler y el género. El que lucha por la coeducación. El que hace frente al lobbie patriarcal venga de donde venga.

El apoyo a una mujer infinita

En dos autobuses, así como en coches, furgonetas, en tren o avión viajaron para manifestar su solidaridad, afecto y respeto a una víctima que sobrevive a la violencia machista de Dominique Pelicot y la fatria de violadores que le acompañaron. La fecha coincidía con el final del juicio y la sentencia para el capo Pelicot y la panda de cómplices vomitivos y deleznables que junto a él violaron durante años a Gisèle sin un mínimo de pudor o remordimiento.

Ese ejército de 51 misóginos -que a su vez son padres, hijos, jefes o hermanos de otras mujeres- en esa guerra que nunca ha cesado contra nosotras, se creyeron y creen impunes ante la barbarie cometida. Aún quedan decenas más por localizarse. Sin embargo, Gisèle, dueña y señora de sí misma, aun rota en mil pedazos, “soy un campo en ruinas”, dijo en una de sus declaraciones, ha sabido levantarse y protegerse con la dignidad de una gran mujer que nunca más callará. Les ha desafiado a todos ellos mirándoles a la cara. Pero no solo. También a un mundo impasible y cómplice con la misoginia. Ella es más que una heroína, es un símbolo mundial de la voz de todas.

Esta vez, una vez más, no ha habido justicia. Las leyes francesas no han estado a la altura de los delitos que han traspasado a Giséle y a su familia. Por eso las feministas españolas sabían que tenían que estar allí. ¿Casualidad que ante la noticia de la manifestación de la sororidad internacional y con la presencia de 180 medios de todo el mundo el juicio se adelantase al 19 de diciembre? Todas las asistentes tenían clara la respuesta.


Aun a sabiendas del adelanto del fallo ninguna quiso faltar al compromiso con Giséle y que con tanto cariño estuvieron preparando durante todo un mes junto a las compañeras de Aviñón. Y aunque en las fotos y en las crónicas de los medios de comunicación internacionales que se hicieron eco de su llegada -curioso que no hubiese ningún medio español-, se veían a las doscientas, en realidad eran más. Cada una de ellas llevaba consigo a todas las mujeres. Las que quisieron, pero no pudieron ir. Las que no lo supieron. Las que son violadas como Gisèle cada día, con sumisión química o sin ella, las que son ultrajadas en los prostíbulos por puteros porque es un “trabajo como otro cualquiera”. Las que son abusadas sexualmente en sus casas por sus padres, primos o hermanos. Las que cada día son campo de batalla para los terroristas sexuales que las toman como rehenes porque ellos lo valen. Las niñas -y no tan niñas- que desde las redes sociales son captadas y explotadas sexualmente por la industria proxeneta y los múltiples cómplices que lo permiten.

#Las200 demostraron que la política que cambia de verdad al mundo tiene una fuerza imparable. Todas y cada una de ellas no solo sueñan sino que luchan por derribar el patriarcado. Ellas son la verdadera política, la que solo se debe a las mujeres y a su libertad, la que diariamente se deja la piel y sin recursos ayuda de corazón a las que están solas y aisladas por el sistema. Las doscientas sintieron una vez más que "juntas somos más fuertes". Y que solo las mujeres salvarán a las mujeres. Que o hay feminismo o solo barbarie. 

Y aun cansadas, pero no vencidas, han vuelto a sus casas tras mostrar a Gisèle su amor.

Han regresado con más ganas de luchar. Ellas, nosotras, todas lejos de ignorar nuestra verdadera estatura nos ponemos en pie y alzamos la voz. Caiga, quien caiga.

Mercí, Gisèle.

Gracias, Gisèle. 


*El video resumen del viaje en youtu.be/RkZ2YqhylJ4

 





 

 

 

Comentarios

Entradas populares